Realizando la realidad de Dios II

Conocer y experimentar a Dios: ¡de eso se trata la vida! Dios nos creó para tener una relación con él. La esencia, el núcleo de la vida eterna es que conocemos a Dios y a Jesucristo, a quien él envió. Conocer a Dios no se obtiene a través de un programa o método, sino a través de una relación con una persona. A medida que se desarrolla la relación, llegamos a comprender y experimentar la realidad de Dios.

¿Cómo habla Dios?

Dios habla a través del Espíritu Santo a través de la Biblia, la oración, las circunstancias y la Iglesia para revelarse a Sí mismo, Sus propósitos y Sus caminos. “Porque la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que toda espada de dos filos, penetrando hasta partir el alma y el espíritu, la médula y los huesos, y juzgando los pensamientos y los sentidos del corazón” (Hebreos 4,12).

Dios nos habla no solo a través de la oración, sino también a través de su palabra. No podemos entender su Palabra a menos que el Espíritu Santo nos enseñe. Cuando llegamos a la Palabra de Dios, el autor mismo está presente para enseñarnos. La verdad nunca se descubre. La verdad se revela. Cuando se nos revela la verdad, no somos conducidos a un encuentro con Dios, el es ¡un encuentro con Dios! Cuando el Espíritu Santo revela una verdad espiritual de la Palabra de Dios, entra en nuestras vidas de manera personal (1. Corintios 2,10-15). 

A lo largo de las Escrituras, vemos que Dios habló personalmente a su pueblo. Cuando Dios habló, usualmente le sucedió a cada persona de una manera única. Dios nos habla cuando tiene un propósito en mente para nuestras vidas. Si quiere que participemos en su trabajo, se revela a sí mismo para responder con fe.

Tomará la voluntad de Dios sobre nosotros.

La invitación de Dios a trabajar con él siempre conduce a una crisis de fe que requiere fe y acción. “Pero Jesús les respondió: Mi Padre trabaja hasta el día de hoy, y yo también trabajo... Entonces respondiendo Jesús, les dijo: De cierto, de cierto os digo: El Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve al padre hacer; porque lo que él hace, el hijo también lo hace de la misma manera. Porque el padre ama a su hijo y le muestra todo lo que hace, y aun mayores obras le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis (Juan 5,17, 19-20) ".

Sin embargo, la invitación de Dios a que trabajemos con él, siempre conduce a una crisis de fe, que requiere fe y acción por nuestra parte. Cuando Dios nos invita a unirnos a él en su trabajo, él tiene una tarea que tiene un formato divino que no podemos crear por nosotros mismos. Esto es, por así decirlo, un punto crítico de la fe cuando tenemos que decidir seguir lo que Dios nos dice que hagamos.

La crisis de la fe es un punto de inflexión en el que tienes que tomar una decisión. Tienes que decidir lo que crees acerca de Dios. La manera en que reaccione a este punto de inflexión determinará si continúa involucrándose con Dios en algo divino, qué puede hacer él solo, o si continúa en su propio camino y pierde lo que Dios ha planeado para su vida. Esta no es una experiencia única, es una experiencia diaria. Cómo vives tu vida es un testimonio de lo que crees acerca de Dios.

Una de las cosas más difíciles que tenemos que hacer los cristianos es negarnos a nosotros mismos, asumir la voluntad de Dios y hacerla. Nuestras vidas deben estar centradas en Dios, no en mí. Si Jesús se convirtió en el Señor de nuestra vida, tiene derecho a ser el Señor en todas las situaciones. Necesitamos hacer ajustes importantes [realineamientos] en nuestras vidas para unirnos a Dios en Su obra.

La obediencia requiere la dependencia completa de Dios

Experimentamos a Dios al obedecerlo y al hacer su trabajo a través de nosotros. Un punto importante a recordar es que no puede continuar con su vida como de costumbre, quedarse donde está ahora e ir con Dios al mismo tiempo. Los ajustes son siempre necesarios y luego sigue la obediencia. La obediencia requiere una completa dependencia de Dios para que él pueda trabajar a través de ti. Si estamos dispuestos a subordinar todo en nuestras vidas al Señorío de Cristo, encontraremos que los ajustes que hacemos realmente valen la recompensa de experimentar a Dios. Si no has pasado toda tu vida en el reino de Cristo, ahora es el momento de tomar la decisión de negarte a ti mismo, de tomar tu cruz y de seguirlo.

"Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Lo conocéis porque está con vosotros y estará en vosotros. no quiero dejaros huérfanos; Yo voy a ti. Todavía hay un poco de tiempo antes de que el mundo no me vea más. Pero me veréis, porque yo vivo, y vosotros también viviréis. En aquel día sabréis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Pero el que me ama será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él" (Juan 14,15-21).

La obediencia es una expresión visible exterior de nuestro amor por Dios. En muchos sentidos, la obediencia es nuestro momento de verdad. Lo que hagamos sera

  1. Revelar lo que realmente creemos de él.
  2. Determinar si experimentamos su trabajo en nosotros.
  3. Determinar si lo conocemos de una manera más cercana y familiar.

La gran recompensa por la obediencia y el amor es que Dios se revelará a nosotros mismos. Esta es la clave para experimentar a Dios en nuestras vidas. Cuando nos damos cuenta de que Dios está constantemente trabajando a nuestro alrededor, que está enamorado de nosotros, que nos habla y nos invita a unirnos a él en su trabajo, y que estamos listos para practicar la fe y actuar. Al obedecer Sus instrucciones, llegaremos a conocer a Dios a través de la experiencia mientras hacemos su trabajo a través de nosotros.

Libro básico: “Experimentando a Dios”

por Henry Blackaby