Tu perteneces

701 le pertenecenJesús no vino a la tierra únicamente para perdonar nuestros pecados; vino a sanar nuestra naturaleza pecaminosa y crearnos de nuevo. Él no nos obliga a aceptar su amor; pero como nos ama tan profundamente, es su mayor deseo que nos volvamos a él y encontremos en él la verdadera vida. Jesús nació, vivió, murió, resucitó de entre los muertos y ascendió como nuestro Señor, Redentor, Salvador y Abogado para sentarse a la diestra de su Padre, habiendo librado a toda la humanidad de su pecado: «¿Quién condenará? Aquí está Cristo Jesús, que murió, y aun más, que también resucitó, que está a la diestra de Dios, intercediendo por nosotros” (Romanos 8,34).

Sin embargo, no permaneció en forma humana, sino que es completamente Dios y completamente humano al mismo tiempo. Él es nuestro Abogado y nuestro representante que intercede por nosotros. El apóstol Pablo escribió: “Él [Jesús] quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad. Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y el hombre: Cristo Jesús, que se hizo hombre. Él dio su vida para rescatar a todas las personas. Este es el mensaje que Dios dio al mundo cuando llegó el momento (1 Timoteo 2,4-6 Biblia Nueva Vida).

Dios ha declarado en Cristo que le perteneces, que estás incluido y que le importas. Debemos nuestra salvación a la perfecta voluntad del Padre, que es firme en asimilarnos a su alegría ya la comunión que comparte con el Hijo y el Espíritu Santo.

Cuando vives una vida en Cristo, te atrae la comunión y el gozo de la vida del Dios trino. Esto significa que el Padre te recibe y tiene comunión contigo como lo hace con Jesús. Significa que el amor que el Padre Celestial manifestó de una vez por todas en la encarnación de Jesucristo no es superado por el amor que Él siempre ha tenido, y siempre tendrá, por usted. Por eso todo en la vida cristiana gira en torno al amor de Dios: «El amor de Dios por nosotros se hizo visible a todos cuando envió a su único hijo al mundo para que vivamos por él. Lo singular de este amor es que nosotros no amamos a Dios, pero él nos dio su amor» (1. Juan 4,9-10 Esperanza para todos).

Querido lector, si Dios nos amó tanto, entonces simplemente debemos transmitir ese amor unos a otros. Ningún hombre ha visto jamás a Dios, pero hay una señal visible por la cual podemos reconocerlo. ¡Nuestros semejantes pueden reconocer a Dios cuando experimentan nuestro amor porque Dios vive en nosotros!

por Joseph Tkach