Lo invisible se hace visible.

El año pasado, en el aeropuerto de Dulles, se realizó una exposición sobre fotomicrografía diseñada específicamente para mostrar las células de aumento de 50.000. Las imágenes del tamaño de una pared mostraron las secciones individuales del cerebro donde se reciben las señales, comenzando con pelos individuales en el oído interno que son responsables de la sensación de equilibrio. La exposición ofreció una visión rara y hermosa de un mundo invisible y eso me recordó una parte importante de nuestra vida cotidiana como cristianos: la fe.

En la Carta a los Hebreos leemos que la fe es la firme confianza en lo que uno espera, la convicción de hechos que no son visibles (Schlachter 2000). Al igual que esas imágenes, la creencia muestra nuestra reacción a una realidad que no se puede percibir simplemente con nuestros cinco sentidos. La creencia de que Dios existe proviene de escuchar y se convierte en una creencia firme con la ayuda del Espíritu Santo. Lo que hemos escuchado sobre la naturaleza y el carácter de Dios, visible en Jesucristo, nos guía a depositar nuestra confianza en él y en sus promesas, aunque aún esté pendiente su pleno cumplimiento. La confianza en Dios y en su palabra hace que el amor por él sea claramente visible. Juntos nos convertimos en portadores de la esperanza que tenemos en la soberanía de Dios, que vencerá todo mal con el bien, enjugará todas las lágrimas y arreglará todo.

Por un lado, sabemos que un día todas las rodillas se doblarán y cada lengua confesará que Jesús es el Señor, pero luego sabemos que aún no ha llegado el momento. Ninguno de nosotros ha visto el reino venidero de Dios. Por lo tanto, Dios espera que mantengamos la fe en el período de transición restante: fe o confianza en sus promesas, en su bondad, en su justicia y en su amor por nosotros como sus hijos. Por fe lo obedecemos, y por fe podemos hacer visible el reino invisible de Dios.

Al confiar en las promesas de Dios y al poner en práctica las enseñanzas de Cristo a través de la gracia y el poder del Espíritu Santo, podemos dar un testimonio vivo de la venida del reino de Dios aquí y ahora, simplemente a través de nuestras acciones, nuestro discurso y a través de él. Cómo amamos a nuestros semejantes.

por Joseph Tkach


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