Cuando nació Jesucristo, una hueste de ángeles proclamó: "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres en quienes él tiene complacencia" (Lucas 2,14). Como destinatarios de la paz de Dios, los cristianos son llamados de manera singular en este mundo violento y egoísta. El Espíritu de Dios guía a los cristianos a una vida de pacificación, preocupación, generosidad y amor. En cambio, el mundo que nos rodea está constantemente envuelto en discordia e intolerancia, ya sea política, étnica, religiosa o social. Incluso en este momento, regiones enteras están llenas de vil resentimiento y odio...